9 de febrero de 2013

Represión en Bogotá


El Decreto 345 de 2002 establece un horario arbitrario, inconstitucional e inconcebible de funcionamiento de establecimientos para el expendio y consumo de bebidas alcohólicas en el Distrito Capital.
  
No hay derecho que en Bogotá no se pueda comprar ni consumir licor entre las 3:00 y 10:00 de la mañana.  El Decreto distrital 345 de 2002, sancionado por el profesor Mockus, expresamente señala en su artículo primero que se prohíbe "... la venta y/o consumo de bebidas alcohólicas en todo tipo de establecimientos entre las tres (3:00 a.m.) y las diez de la mañana (10:00 a.m.)". 

Me pregunto qué pensará la alcaldía para, de forma tan arbitraria, impedir mi libre desarrollo personal. ¿Acaso la gente a partir de las diez de la mañana ya no es alcohólica pero antes si lo es? ¿No es cierto acaso que quien quiera beber entre la hora prohibida lo hace de sus reservas de espirituosos ? 

Que norma tan imbécil. Para justificar mi postura, procedí a leer los considerandos del cuerpo normativo y me encontré con el siguiente sustento estadístico, uno tan impresionantemente sólido, profundo, inequívoco y determinante que quedé atónito: "... EL ALCALDE MAYOR DE BOGOTÁ D. C. En uso de sus atribuciones Constitucionales y legales, en especial las conferidas por el artículo 35 del Decreto Ley 1421 de 1993 y el artículo 111 del Código Nacional de Policía y; CONSIDERANDO (...) Que de acuerdo con las estadísticas del Instituto Nacional de Medicina Legal expedidas en enero del año en curso, durante el período comprendido entre los años 1995 y 2001 la tasa de homicidios ha tenido una reducción del 40.72% y los accidentes de tránsito del 40.09%, lo que significa que la ciudadanía ha adquirido mayor conciencia y compromiso por el respeto de la vida y la integridad personal (...)". 

No sé si es producto de mi incapacidad de comprender, pero realmente no encuentro ningún vínculo entre la prohibición y la reducción de homicidios y accidentes. ¿Será que entre las 3 y las 10 nadie apuñala, nadie se estrella, nadie dispara, nadie vomita en las calles o nadie es atropellado? No es posible deducir una causalidad inequívoca entre el no consumo y venta de licor y la disminución de homicidios y accidentes. Argüir eso sería tan cretino como afirmar que los domingos, por haber ciclo vía, la gente pelea menos porque las endorfinas producto del ejercicio producen buen ánimo. 

O puede ser que en la madrugada es bueno estar sobrios para sentarse en la cama, a oscuras, con el fin de reflexionar acerca del "respeto de la vida y la integridad personal". O seguramente puede ser que en ese lapso la sobriedad y la abstención son los mejores consejeros para las penas del alma. Quién sabe. 

Hoy, Sábado 9 de Febrero de 2013, a eso las 9:30 me acerqué a un supermercado en la carrera 5 con calle 73 porque necesitaba obsesivamente unas cervezas. Y no propiamente porque esté alcoholizado (aún), o porque tuviera un guayabo mortal de esos que sólo se curan con unas polas micheladas. No. Necesitaba unas cervezas porque requería llevar un regalo a una persona que generosamente me invitó a su casa a darme una asesoría académica. No pensé en un mejor obsequio para un sábado en la mañana que unas ricas y frías cervezas, pero no me las vendieron. Me tocó llegar con un triste y despreciado ponqué. Nadie quiere una torta de chocolate un sábado en la mañana. La gente quiere cerveza. O ginebra. O margaritas. Pero en esta ciudad represiva e ignorante no se puede. Toca contentarse con jugo de tomate de árbol mientras llega la hora en que el distrito considera que podemos ser unos borrachos aceptables.

¡Salud!

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