15 de febrero de 2013

Guerra Tecnológico-Familiar

Nunca antes había sido tan clara la guerra de marcas de los Smart Phones hasta que mi papá decidió que toda nuestra familia debía migrar a la "tecnología iPhone"


Quien viera a mi papá por unos pocos minutos jamás pensaría que él, un hombre de unos cincuenta y tantos años, es el motor de evolución tecnológica de mi núcleo familiar cercano. En efecto, él es adicto a los últimos aparatos electrónicos, y por lo mismo, nos ha movido a todos a su alrededor a estar a la vanguardia. Cuando nadie tenía teléfonos móviles él tuvo uno de esos cuyo uso fue considerado el mejor ejercicio para los biceps por su tamaño y peso.  Fue de los primeros en dar el paso de los desktop a los laptop cuando estos aún no estaban de moda. Avanzó a la par que Microsoft en los sistemas operativos, se aventuró al mundo Blackberry justo en el momento de su auge, abrió cuenta en Twitter (y maneja su jerga mejor que cualquier jovenzuelo) y por supuesto, se decidió a dar el dificil y exigente paso hacia el universo Apple. 

Mi mamá por el contrario, es una de esas señoras jovenes y bien puestas a las que, por pura y física pereza, les cuesta trabajo el cambio en esta materia. Para ella fue un Apocalipsis cambiar el procesador de textos (adoraba a su fiel Word Perfect y no recibió de buen agrado al indestronable rey del mundo Microsoft Office). Fue fiel fanática de los Windows 95 y 98 por lo que casi no resiste el tránsito a XP. Sus computadores quedan obsoletos en menos de nada y por supuesto fue la última de nosotros en incursionar en el Blackberry (cosa que hizo no propiamente por su decisión sino porque su esposo le heredó un aparato viejo). No obstante, a pesar de la dificultad, ella logra adaptarse a los desarrollos. Con su teléfono, por ejemplo, fraguó una amistad inesperada. Aprendió a usar el Blackberry Messenger y supo prontamente manejar bastante bien el grupo de chat familiar.

En este escenario contradictorio se desató, hace no mucho, la más reciente tormenta. Mi padre decidió que toda nuestra familia debía "migrar a la tecnología iPhone". Claro, su decisión además de generosa tiene algo de utilitaria pues él ha adquirido toda la gama de adminículos diseñados por Steven Jobs: 2 iPods (porque uno no es suficiente), iPad, iMac y ahora el teléfono. 

Su inteligente campaña se inició al gestar una alianza conmigo y así hemos conformado dos bandos en pugna: los que queremos la migración a la manzana mordida tan pronto como sea posible, en contra de las que se resisten a la evolución: mi hermana y mi madre. 

La guerra fratricida se ha librado en diversos campos de batalla. El principal ha sido la mesa del comedor donde tanto al almuerzo como en la cena los dardos vuelan inmisericordes en contra de quien propugna un pensamiento opuesto. Los ataques de mi madre se dirigen en contra del Whatsapp y a cada momento señala lo desunidos que estaremos al perder el messenger; arguye la señora que se siente traicionada y  abandonada y que no hay derecho a nuestro repentino cambio de mente.  Mi papá, por su lado, hace manifiesta su intención de patrocinar mi transición definitiva al iPhone pero es mi madre quien, al ser titular de mi cuenta de Comcel, debe autorizar burocráticamente mi cambio, y aunque está dispuesta a hacerlo, no deja de mostrar desaprobación en su mirada. 

Así las cosas, el panorama se ve más oscuro que nunca y parece que el cisma ya es inevitable. El enfrentamiento no solo se refiere a tecnología, sino a sexos y jerarquías. Seremos dos contra dos, hombres contra mujeres, iPhones contra Blackberrys. Research in Motion vs. Apple aplicado a la vida familiar de un hogar que hasta entonces había logrado una pacífica armonía en términos celulares. Por lo pronto debo irme al almuerzo donde espero librar una de las últimas peleas. Haré manifiesta mi intención irrevocable de transitar hacia el teléfono de Mac. Veremos cómo contraatacarán las féminas. 

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