Luego de un par de semanas de un absoluto oscurantismo literario, el Desgraciado renace.
Desde el 19 de Marzo de 2013 no escribía una entrada. En ese último artículo les prometí a todos ustedes que no claudicaría y que escribiría semanalmente así fueran entradas cortas de baja calidad. Les mentí. Los abandoné. Los dejé a su suerte en sus rutinas sin la posibilidad de refrescarse brevemente en el oasis de mis artículos en mitad de sus tediosas jornadas. ¡Mea culpa! Ferié mis alas por unos cortos pesos tal como procedió Esaú con su primogenitura o como recientemente lo hizo Roy Barreras al regalarle su curul a sectas evangélicas. Pero ya he vuelto. Ya estoy aquí de nuevo con más fuerza y ahínco para seguir comentando lo que haya que comentar, seguir insultando a quien haya que insultar, seguir criticando a quien haya que criticar y seguir loando a quien haya que loar.
En mi ausencia nos hemos perdido de muchos temas de los que habría sido placentero sentarse a escribir: El mundo ha visto la revolución eclesiástica a cargo del Papa Francisco mediante la cual quiere acercar la iglesia a quienes (lastimosamente) no hablamos latín, la muerte de Thatcher quien con su deceso nos permitió dimensionar su relevancia en el panorama mundial , el fraude electoral en Venezuela que le dio rienda suelta a un ex-busetero para que continúe con la revolución bolivariana, la franca decadencia de Colombia comprobada el pasado 9 de abril en la marcha comunista, o incluso una fuerte conjuntivitis que experimenté la Semana Santa. Por fortuna estos temas (salvo, ojalá la conjuntivitis), no están cerrados.
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En este mes de desaparición cibernético-literaria me pude dar cuenta de la cantidad de seguidores de mis líneas. Un grupo considerable de personas, principalmente mujeres, hicieron saber de alguna manera que mis artículos les hacían falta.
Las más discretas optaron por escribir un correo: "Desgraciado tu fan # 1 está triste porque no estas escribiendo últimamente. Estás tan ocupado que no puedes? El talento que tienes no lo puedes desperdiciar, va en tu composición genética (...) Así que ponte las pilas, hay mucho de qué comentar!!!". Otras, por el contrario, me abordaban por la calle para exigir, amenazantes, que el Desgraciado volviese lo más rápido posible: "Es la última vez que le pido amablemente que vuelva a escribir, ¿queda claro?" No faltó el que me organizó el horario: "Llegas a la casa a las 7:00 PM, comes, te empijamas y escribes dos horas diarias ¡incluso te queda tiempo para un partido de tenis!" y hubo alguna estúpida que, siendo tan cercana a mi, no sabía de la real identidad de quien se esconde bajo la mascara de el Desgraciado: "estaba leyendo un blog buenísimo de un tal Desgraciado pero repentinamente dejó de escribir, espero que esté bien y que vuelva pronto..."
Cada comentario alimentaba mis ansias por volver a experimentar la felicidad de dejar que mis torpes dedos repicaran sobre las blancas teclas de mi computadora dejando fluir un río de expresión interna del alma. Cada petición de regreso se configuró como la cachetada que necesitaba para entrar en razón y para situar de nuevo a este magazín y a sus lectores en el tope de las prioridades. Pasaban los días y mi inquietud por redactar era creciente, sin embargo, aún me encontraba en otros lares escribiendo para otra persona, y claro, no lo hacía acorde a mi esencia.
Veía material para publicar en cada esquina de mi existencia sobre todo en mi nuevo ecosistema laboral donde yo me sentía como un audaz reportero de la National Geographic Society tratando de documentar la interacción de raros especímenes enjaulados. Pero no sólo allí, sino también en cada restaurante que visité, en el parto del hijo de la empleada, en las anécdotas de mi amigo el Pote quien recientemente confesó que lo pescaron con material triple equis en una junta muy importante, en mi clase de Justice (cátedra que se origina en la universidad de Harvard y que sigo por internet), en un paseo a la finca en el que el carro de uno de los invitados explotó y, en fin, en un sinnúmero de eventos que ni siquiera alcancé a anotar.
Mi desasosiego aumentaba con el pensamiento de que mis asiduas lectoras podrían estar cambiando mis textos por algún gurú de la nueva era que les enseña a adelgazar mediante la comunicación con los ángeles y yo, mientras tanto, no tenía tenía tiempo ni ánimo de redactar. Luego de infinitas noches de insomnio y angustias, llegó el momento en que por fin decidí que si no me organizaba de tal manera que pudiera dedicarme a mi blog, mi cerebro explotaría como una olla express.
Retomar no ha sido fácil. Cambiar el estilo serio y elaborado que venía ejecutando en el trabajo por éste, fresco y encantador, no ha sido del todo sencillo. Temo muy seriamente que la ingesta de aguas aromáticas de oficina (que más parecen orines de gato enfermo) haya generado en mi estilo una mutación irreversible.
Que bien Desgraciado tu fan #1 vuelve a sonreir!
ResponderEliminarCon todo amor, mi adorada.
EliminarAjá Desgraciado, un saludo cordial. Para ponerle alas a la imaginación solo tienes que ponerte un par de medias de las que te compró tu tía Angela, mirarlas, reírte y verás como tu mente empieza a volar y podrás complacer a tu fanaticada.
ResponderEliminarAbrazos.
Saludos! Esperaremos con ansias las medias, y si todo sale bien, incluso pondremos una foto que acompañe la crónica. Abrazos!
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