Siete veces ha fracasado el intento de legislación del matrimonio homosexual en el congreso de Colombia. Son siete cachetadas a una colectividad que, aunque tiene derechos de segunda, está obligada a observar deberes de primera. A pesar de que el proyecto de legislación feneció a manos de los sumos inquisidores, fue un intento valioso porque le otorgó visibilidad a un puñado que ya no quiere más someterse a la oscuridad de los closets.
El martes pasado me senté juicioso a oír el debate en el que los senadores discutían si era conveniente permitir o no a las lesbianas, gais, bisexuales y transgeneristas casarse con personas en su misma condición. Debo confesar que ese ejercicio me fue ampliamente incómodo; no entendí por qué un puñado de personas (ninguna declarada abiertamente LGBT) dogmatizaba acerca de los derechos de un grupo social al que supuestamente son ajenos y que por lo mismo no conocen a profundidad.
Hubo congresistas que hicieron bien su tarea. Se presentaron excelentes intervenciones en favor del matrimonio igualitario en las bocas de John Sudarsky, Luis Fernando Velasco y Armando Benedetti. Se expusieron también argumentos en contra, recuerdo la de un tal Honorio Galvis que, aunque bastante babosa, trató de ceñirse a lo estrictamente jurídico del asunto. No obstante las antedichas excepciones, casi todos los expositores basaron su mediocre argumentación en prejuicios y convicciones personales que dejaron un gran sinsabor en el electorado que los entronizó en sus curules. En contravía a lo aseverado por los mismos congresistas, el debate no tuvo un nivel adecuado. Dicha situación es aún más grave si además tenemos en cuenta que de la totalidad de los 102 senadores, se presentaron inicialmente 54 y que cuando se clausuró el debate sólo se encontraban 11 de ellos.
La iniciativa siempre estuvo llamada a fracasar. Al pequeño velero defensor de la igualdad se le atravesaron los icebergs más anquilosados y pétreos. Ilva Hoyos, la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional (conocida en los pasillos del capitolio como el Movimiento Independiente de Renovación Absoluta -MIRA-) y la Iglesia Católica (en sus alas institucional -Rubén Salazar- y política -el Partido Conservador-), se interpusieron como vacas viejas en el camino.
Los argumentos emanados por estas masas de hielo milenario se me mostraron como falaces, cínicos e hipócritas. Varios senadores invocaron a la Biblia como la luz ulterior de toda ley y, aunque el órden de las cosas hubiera sido que se leyeran únicamenet los artículos de la Constitución Política, recitaban de memoria y con toda fluidez los versículos del texto sagrado. Se manifestaron las mismas letanías que siglos atrás permitieron señalar que el sexo homosexual es escatológico, recreativo y estéril. Se plantearon alegatos (por lo demás profundamente revaluados) que pretendían demostrar que no se nace homosexual sino que se nace hombre o mujer y que, por lo mismo, hay que oponerse a que personas del mismo sexo se unan en cópula matrimonial. Se exhibieron tesis solapadas que referían que el fin último de todo matrimonio es la procreación y la conformación de una familia y que además, si dos hombres o dos mujeres contraían matrimonio la mujer heterosexual perdería toda dignidad.
A raíz de tan valiosa, completa, acertada, magnánima, excelsa, sublime y perfecta argumentación me surgieron un par preguntas. Es cierto que estoy atentando contra una fantástica línea de razonamiento, pero no es por nada distinto a que mi cerebro (liberal), no ha sido ungido con la gracia que permite entender. Así, me permito formular los interrogantes suscitados con miras a que algún adalid de la familia tradicional me los responda (ojalá con argumentos actuales y no con aquellos con los que la inquisición condenaba a las brujas):
¿Si el sexo es únicamente para la procreación, una mujer estéril no puede contraer matrimonio porque no va a poder procrear?
¿Si una mujer casada pierde su matriz sin haber procreado, debe ser repudiada por su marido por no poder ser el receptáculo de su semilla?
¿Está viciado el matrimonio de una pareja que decide de común acuerdo no tener hijos?
¿Se deben prohibir todos los métodos anticonceptivos toda vez que éstos permiten que el sexo se torne en una actividad recreativa?
Si en todo caso están procreando, ¿Habría algún problema moral con unos esposos que alquilan un vientre para implantar un embrión proveniente de ambos, únicamente para evitar las molestias de un embarazo?
¿Un matrimonio que opta por adoptar hijos es una unión inválida y contra natura toda vez que el vástago no ha sido procreado por la pareja?
¿Son las clínicas de fertilidad la salvación de la institución del matrimonio por que en ellas los esposos infértiles podrían llegar a procrear? ¿De ser así, por qué no incluir en los Planes Obligatorios de Salud todas las terapias de fertilidad?
¿Por qué está permitida la adopción monoparental? ¿No sería ésta una congregación social repudiable por no existir un matrimonio del cual se desprenda una institución familiar?
¿Las madres solteras son parias de la sociedad por haber procreado por fuera de un vínculo matrimonial?
Si los homosexuales no pueden procrear, ¿significa esto que todas las lesbianas son estériles?
San José, a pesar de estar casado con la Santísima Virgen María, no procreó. ¿Es entonces él un ejemplo de persona que debe ser rechazada porque a pesar de estar unido en matrimonio no engendró un vástago?
San José, a pesar de estar casado con la Santísima Virgen María, no procreó. ¿Es entonces él un ejemplo de persona que debe ser rechazada porque a pesar de estar unido en matrimonio no engendró un vástago?
¿De verdad creen los senadores que ante la falta de una ley que lo autorice, no existirán parejas de gais que vivan juntos y críen hijos?
El perro y la perra, el gato y la gata,la vaca y el toro, la yegua y el caballo........natura es el Hombre y la mujer.
ResponderEliminarNo es cuestion religiosa, es simple va contra NATURA.
Tiene un aire a este texto que le recomiendo: http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=2004
ResponderEliminarMil gracias, en efecto no podemos basarnos de manera literal en la Biblia para definir nuestros designios cono sociedad. Saludos!
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