3 de abril de 2014

Alguien está haciendo bien su trabajo

¿Quién, en la actualidad, no se ha dejado permear de alguna manera por la publicidad? Todos los que vivimos en la sociedad e interactuamos en el mercado somos animales mediáticos. Y no porque aparezcamos en los medios de manera reiterada (como lo hacen Vicky Turbay, Beatriz de González y Maria Ignacia Barona), sino porque ellos condicionan nuestras decisiones en todo momento, especialmente a través de la publicidad.


Antiguamente, la cadena para llegar al cliente potencial tenía muchas etapas. Iniciaba con el creador de un producto que entregaba al consumidor a través de estrategias de publicidad tradicional. Hoy, con el avance de las tecnologías y de las plataformas digitales, los costos de producción han disminuido, los gastos por mercadeo clásico muchas veces se omiten y el cliente está a sólo unos clics de distancia.

Ocho de cada diez colombianos tiene acceso a la red, no sólo en cafés internet o instituciones educativas, sino a través de computadores personales, tabletas o teléfonos inteligentes en los que el acceso a la nube se convierte en una necesidad básica tanto o más que el agua potable o las toallas higiénicas.

Estos indicadores de penetración de internet, si bien aún deben mejorar por ser nosotros un país en vías de desarrollo, no son nada despreciables para los publicistas y especialistas en mercadeo quienes, como nadie, han sabido capitalizar la conectividad a internet para potenciar campañas publicitarias cada vez más ambiciosas. Navegar en una página web, como la de El Espectador o la W, implica toparse con odiosos anuncios desplegables e invasivos cuyo botón de cerrado está cuidadosamente camuflado, o ver un video en los portales de RCN Televisión o Caracol Televisión conduce necesariamente a tener que mirar una publicidad previa que tantísimas veces es larga y mal lograda.

En este universo, ¿no es claro que la publicidad se ha metido hasta la intimidad personal y familiar de una forma casi violenta? ¿Somos capaces de darnos cuenta de que en cada pantalla que hay en nuestro entorno  existe un bombardeo de anuncios que ya hace parte de nuestra cotidianidad?

Gracias a los nuevos estrategas de mercadeo hoy decimos que una persona está  “en el lugar equivocado” cuando ésta se errada crasamente de contexto, que “hay cosas que el dinero no puede comprar”, que “ese es el negocio, socio”, que por favor “cambia esa cara de cólico” o que Bogotá está  “2600 metros más cerca de las estrellas”.

Este pintoresco fenómeno no está mal del todo. Por un lado nos permite darnos cuenta que hay personas que están haciendo bien su trabajo (los anunciantes) porque que han logrado utilizar las herramientas del mundo moderno para focalizar sus productos y reducir sus costos. Pero por otro lado esta situación evidencia una carencia importante de nosotros como pueblo. Ya no es la literatura ni el periodismo bien hecho los que enriquecen nuestro léxico. Un slogan bien planteado está llamado a perdurar en nuestra comunicación verbal y escrita y así, como borregos recién nacidos, nos volvemos la parte final y definitiva de la cadena publicitaria.

Enhorabuena por los expertos en publicidad. Bien por haberse metido hasta nuestros tuétanos sin que siquiera lo notáramos.  Es admirable la forma como, con su visión del mercado, han influenciado a una sociedad entera. A los demás profesionales los exhorto a capitalizar las oportunidades que nos ofrece el mundo digital como lo han hecho los mercadotecnistas, y si esto parece muy difícil, por lo menos tratemos de no tragar entero.

1 comentario:

  1. Definitivamente la publicidad se ha convertido en nuestro pan de cada día, muy buen artículo.

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