Reivindicación del Universo del Chisme
Todas las personas, por más
seriedad que proyecten en su vida cotidiana, requieren conocer de temas que
podrían considerarse mundanos, esto con el fin de tener un panorama real y
completo de la información. Así, un empresario, un político, o simplemente un
profesional obsesionado con su trabajo necesita saber, no sólo de los asuntos
que directamente se relacionen con su profesión u oficio, sino también de gastronomía
y restaurantes, tendencias, cultura, viajes y moda.
Pero más allá de esos tópicos,
todos serios por lo demás, si ese individuo no abre su mente a la posibilidad de
disfrutar de las mieles del cotilleo, nunca podrá tener una conversación
fructífera en ninguna de sus esferas. Jamás entenderá de manera completa el
contexto que lo rodea. En absoluto podrá considerarse un individuo completo.
El mundo no es sólo el que
se construye en los fríos escritorios iluminados por luces blancas de tubos de
neón y los bañados por aguas aromáticas de bolsa; más allá de las salas de juntas
y de las desabrigadas recepcionistas, de los modernos debates parlamentarios liderados
por Roberto Gerlein y de las coloridas gráficas del noticiero de Luis Carlos
Vélez existe todo un mundo por descubrir: el universo del chisme.
Imaginemos: ¿Qué interesante
y enriquecedor puede ser conversar con una persona avezada en un tema profundo,
si ella misma no es capaz de comentar el decorado del escenario donde se ubica
su disciplina? ¿Qué tan acertada sería una explicación si se omiten los detalles
que muchas veces son determinantes, como pueden ser los rumores que mueven los
hilos del poder? ¿Podría considerarse integral un ser humano que no posea la
aptitud de reflejar sus propias carencias en las desgracias ajenas?
Mis apreciados lectores seguramente
no entenderán la profundidad de esta disertación, y por lo mismo, estarán a
punto de cerrar estas páginas. A ellos les digo: las murmuraciones no siempre
son negativas. Cuando ellas, instituciones fundantes de la sociedad, no tienen
por fin injuriar o calumniar con falsedades, contienen una ventana hacia
el entendimiento global de la atmosfera en la cual nos movemos.
Lo conveniente ahora es
explicarme con ejemplos:
Hasta el más interesado en
la ciencia política debería saber que quien verdaderamente manda en el Perú es la
risueña primera dama, Nadine Heredia, o que Clara López y Álvaro Uribe tuvieron
una relación (o por lo menos un amantazgo) cuando el hoy senador era director
de al Aerocivil.
Los más avezados en economía no pueden analizar las determinaciones
dinerarias que ha implantado Cristine Lagarde en el Fondo Monetario
Internacional sin conocer que la francesa llegó a la dirección de ese organismo
gracias a que Dominique Strauss Kahn dimitió para dedicarse de lleno a sus
actividades de caridad en pro de las camareras de Nueva York,
Y los analistas
internacionales lograrían un mejor entendimiento de la situación de Francia si saben que las
ex mujeres del actual presidente son una líder socialista nacida en Senegal y
una mujer que terminó inundada de Prozac al ver, en la prensa, a su entones
marido manejando una moto de mensajero, con el casco mal puesto, de camino hacia
donde su íntima amiga Julie Gayet.
A quienes se sienten ajenos
a este fenómeno le recomiendo que haga un examen profundo de conciencia y se
respondan si los Confidenciales de la Revista Semana no son lo primero que leen
un domingo o si realmente son capaces de resistirse a la revista TV y Novelas cuando ésta se
les abre de piernas en una peluquería. A quienes se juzgan ajenos a la
murmuración, los exhorto a revisar si nunca han comentado las infidelidades de
sus vecinos o si no les parece genial un zarandeo sustancioso como el que
protagonizaron Felipe López y Juan Gossaín en 1998 en el que ambos se arrojaron
vasos de agua en un restaurante en el norte de Bogotá.
Así las cosas, ¡dejémonos de
morronguerías! Aceptemos de una vez por todas que así como el humano es un ser
social, es también chismoso. Reconozcamos que una conversación siempre será más
fructífera si tiene sustancia y que esa sustancia puede encontrarse a partir de
los divertimentos de la colectividad.
Si accedemos a hablar de los
demás y permitimos que hablen de nosotros, tejeremos una mejor sociedad. Todos y
cada uno de los individuos tratará, a toda costa, de no quedar en evidencia.
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