27 de marzo de 2014

¡DEJÉMONOS DE MORRONGUERÍAS!


Reivindicación del Universo del Chisme


Todas las personas, por más seriedad que proyecten en su vida cotidiana, requieren conocer de temas que podrían considerarse mundanos, esto con el fin de tener un panorama real y completo de la información. Así, un empresario, un político, o simplemente un profesional obsesionado con su trabajo necesita saber, no sólo de los asuntos que directamente se relacionen con su profesión u oficio, sino también de gastronomía y restaurantes, tendencias, cultura, viajes y moda. 

Pero más allá de esos tópicos, todos serios por lo demás, si ese individuo no abre su mente a la posibilidad de disfrutar de las mieles del cotilleo, nunca podrá tener una conversación fructífera en ninguna de sus esferas. Jamás entenderá de manera completa el contexto que lo rodea. En absoluto podrá considerarse un individuo completo. 

El mundo no es sólo el que se construye en los fríos escritorios iluminados por luces blancas de tubos de neón y los bañados por aguas aromáticas de bolsa; más allá de las salas de juntas y de las desabrigadas recepcionistas, de los modernos debates parlamentarios liderados por Roberto Gerlein y de las coloridas gráficas del noticiero de Luis Carlos Vélez existe todo un mundo por descubrir: el universo del chisme. 

Imaginemos: ¿Qué interesante y enriquecedor puede ser conversar con una persona avezada en un tema profundo, si ella misma no es capaz de comentar el decorado del escenario donde se ubica su disciplina? ¿Qué tan acertada sería una explicación si se omiten los detalles que muchas veces son determinantes, como pueden ser los rumores que mueven los hilos del poder? ¿Podría considerarse integral un ser humano que no posea la aptitud de reflejar sus propias carencias en las desgracias ajenas?

Mis apreciados lectores seguramente no entenderán la profundidad de esta disertación, y por lo mismo, estarán a punto de cerrar estas páginas. A ellos les digo: las murmuraciones no siempre son negativas. Cuando ellas, instituciones fundantes de la sociedad, no tienen por fin injuriar o calumniar con falsedades, contienen una ventana hacia el entendimiento global de la atmosfera en la cual nos movemos. 

Lo conveniente ahora es explicarme con ejemplos: 

Hasta el más interesado en la ciencia política debería saber que quien verdaderamente manda en el Perú es la risueña primera dama, Nadine Heredia, o que Clara López y Álvaro Uribe tuvieron una relación (o por lo menos un amantazgo) cuando el hoy senador era director de al Aerocivil. 

Los más avezados en economía no pueden analizar las determinaciones dinerarias que ha implantado Cristine Lagarde en el Fondo Monetario Internacional sin conocer que la francesa llegó a la dirección de ese organismo gracias a que Dominique Strauss Kahn dimitió para dedicarse de lleno a sus actividades de caridad en pro de las camareras de Nueva York, 

Y los analistas internacionales lograrían un mejor entendimiento de la situación de Francia si saben que las ex mujeres del actual presidente son una líder socialista nacida en Senegal y una mujer que terminó inundada de Prozac al ver, en la prensa, a su entones marido manejando una moto de mensajero, con el casco mal puesto, de camino hacia donde su íntima amiga Julie Gayet. 


A quienes se sienten ajenos a este fenómeno le recomiendo que haga un examen profundo de conciencia y se respondan si los Confidenciales de la Revista Semana no son lo primero que leen un domingo o si realmente son capaces de resistirse a la revista TV y Novelas cuando ésta se les abre de piernas en una peluquería. A quienes se juzgan ajenos a la murmuración, los exhorto a revisar si nunca han comentado las infidelidades de sus vecinos o si no les parece genial un zarandeo sustancioso como el que protagonizaron Felipe López y Juan Gossaín en 1998 en el que ambos se arrojaron vasos de agua en un restaurante en el norte de Bogotá.

Así las cosas, ¡dejémonos de morronguerías! Aceptemos de una vez por todas que así como el humano es un ser social, es también chismoso. Reconozcamos que una conversación siempre será más fructífera si tiene sustancia y que esa sustancia puede encontrarse a partir de los divertimentos de la colectividad. 

Si accedemos a hablar de los demás y permitimos que hablen de nosotros, tejeremos una mejor sociedad. Todos y cada uno de los individuos tratará, a toda costa, de no quedar en evidencia.

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