16 de abril de 2014

Lo mejor que le podría pasar a Marta Lucía Ramírez

El Consejo Nacional Electoral se comprometió a tomar una decisión luego de Semana Santa acerca de la impugnación de la convención del Partido Conservador que eligió como candidata presidencial a Martha Lucía Ramírez.


Seamos francos, lo mejor que le podría pasar a Ramírez es que la elección interna de su partido sea declarada nula. La candidata tiene un 8% en las encuestas que, aunque es una cifra que nos demuestra que hay varios colombianos que se han dejado convencer del discurso en tercera persona de esta mujer que no ha podido definir claramente su norte ideológico, no alcanza para absolutamente nada en términos electorales.

Si la convención conservadora es declarada nula, Martha Lucía terminaría como una mártir de la democracia, su reconocimiento a nivel nacional subiría y con eso podría aspirar, sin remordimientos, a un cargo más acorde a sus capacidades. No estaría mal verla bien posicionada como cabeza de un gremio, en la dirección de la Cámara de Comercio de Bogotá o en una bonita embajada en un país del norte de Europa donde su verbosidad excesiva no sea entendida.

La eliminación de la casilla del Partido Conservador del tarjetón de las presidenciales le evitaría a Ramírez la humillación de quedar de última en los comicios (pues todo parece indicar que incluso el voto en blanco la superaría) y la dejaría posicionada como una opositora locuaz y con algo de credibilidad. O quien sabe, de pronto al salir del juego democrático Marta Lucía opte por dedicarse a recuperar esa bella imagen que tenía cuando estudiaba en la Universidad Javeriana de Bogotá.

Pero la candidata no sería la única que aprovecharía de manera formidable la declaratoria de nulidad de la convención del Partido Conservador. Andrés Pastrana, quien recientemente manifestó su apoyo a Marta Lucía en una carta abierta a sus copartidarios, también se vería beneficiado al lograr escapar del Titanic que constituye la candidatura conservadora a la presidencia. Las palabras del ex presidente en las que señaló que “las puertas del futuro son amplias y hoy están abiertas de par en par al cambio para nuestros hijos con Marta Lucía” quedarían borradas por la acción de la máxima autoridad electoral permitiéndole escapar de otro ridículo público.

Es evidente que Pastrana está desbocado en sus recientes análisis de la realidad pues no se conformó con atacar a César Gaviria por las narco grabaciones del proceso 8000 sino que además aprovechó su espaldarazo a Marta Lucía para afirmar que el Partido Liberal es una colectividad “vieja y mañosa”. Yo me pregunto quién realmente es el viejo mañoso… ¿El liberalismo o él?

Otros que ganarían indefectiblemente con la declaratoria de nulidad de la elección de la candidata conservadora serían los congresistas militantes del partido quienes, para seguir percibiendo la mermelada santista, adherirían a la campaña del candidato-presidente sin ningún sentimiento de culpa o reproche moral.

Camilo Gómez, por su parte, se libraría de estar bajo la sombra de Ramírez en una campaña poco interesante, Álvaro Rincón dejaría de ser “el primer caballero” y sobre todo, los colombianos esquivaríamos de nuestro campo auditivo a la característica voz gangosa de Marta Lucía pronunciando argumentos poco profundos.


El Consejo Nacional Electoral tiene en sus manos la posibilidad de hacer inviable la candidatura del Partido Conservador a la presidencia de la República y con eso darle la mano a muchos, pero sobre todo, tiene la posibilidad de salvar a Marta Lucía Ramírez de sí misma.

8 de abril de 2014

Un encuentro con Stella


Esta semana salí con mi compañera de trabajo y amiga Martha Lú a tomar un café. Decidimos ir a Juan Valdez porque preparan un buen café, tienen una variedad interesante de pastelería y hojaldres y el programa de puntos es realmente atractivo. El proyecto consistía en comprar un té chai tradicional y seguramente acompañarlo con un opulento palito de queso mientras comentamos las trivialidades del día.

A pesar de lo que había imaginado, cuando llegamos a la caja del lugar los planes cambiaron radicalmente. Mi corazón se detuvo de un salto y las lágrimas se asomaron en mis ojos. En la nevera ubicada al lado de la registradora había un nuevo producto que hasta entonces no se conseguía en la tienda de los caficultores colombianos: cerveza. Pero lo más emocionante del asunto es que no se trataba de cualquiera sino de la afamada belga Stella Artois.

El chai y el hojaldre sucumbieron inmediatamente ante la bebida lupulosa. El ahínco por adquirir el elixir fue superior a mis fuerzas y en menos de nada mis papilas se estaban deleitando con el amargo líquido mientras que el sol de la tarde transitaba por esa botella verde contenedora de placeres.

Nunca habían sido tan insuficientes las palabras para expresar mi regocijo ante un encuentro furtivo. De hoy en adelante, y sin excepciones, tengo una cita diaria con esa vieja amiga en las tiendas de Juan Valdez: la generosa, la especial y la comprensiva Stella. 

Hoy, un par de días después de haber visto por primera vez a la Artois en Juan Valdez, volví a su encuentro. Ella ya no estaba. El anaquel estaba vacío. El puesto de Stella lo ocupaban ensaladas de frutas viejas y sanduches fríos de nevera. Ya no había un receptáculo de manjares sino una morgue de comida. 

Esa situación suele pasar en este país donde la falta de respeto con el consumidor es constante. Gracias Juan Valdez por haberme regalado sonrisas. Gracias Juan Valdez por arrebatarme los sueños.

Mi encuentro con Stella en Juan Valdez Cafe

3 de abril de 2014

Alguien está haciendo bien su trabajo

¿Quién, en la actualidad, no se ha dejado permear de alguna manera por la publicidad? Todos los que vivimos en la sociedad e interactuamos en el mercado somos animales mediáticos. Y no porque aparezcamos en los medios de manera reiterada (como lo hacen Vicky Turbay, Beatriz de González y Maria Ignacia Barona), sino porque ellos condicionan nuestras decisiones en todo momento, especialmente a través de la publicidad.


Antiguamente, la cadena para llegar al cliente potencial tenía muchas etapas. Iniciaba con el creador de un producto que entregaba al consumidor a través de estrategias de publicidad tradicional. Hoy, con el avance de las tecnologías y de las plataformas digitales, los costos de producción han disminuido, los gastos por mercadeo clásico muchas veces se omiten y el cliente está a sólo unos clics de distancia.

Ocho de cada diez colombianos tiene acceso a la red, no sólo en cafés internet o instituciones educativas, sino a través de computadores personales, tabletas o teléfonos inteligentes en los que el acceso a la nube se convierte en una necesidad básica tanto o más que el agua potable o las toallas higiénicas.

Estos indicadores de penetración de internet, si bien aún deben mejorar por ser nosotros un país en vías de desarrollo, no son nada despreciables para los publicistas y especialistas en mercadeo quienes, como nadie, han sabido capitalizar la conectividad a internet para potenciar campañas publicitarias cada vez más ambiciosas. Navegar en una página web, como la de El Espectador o la W, implica toparse con odiosos anuncios desplegables e invasivos cuyo botón de cerrado está cuidadosamente camuflado, o ver un video en los portales de RCN Televisión o Caracol Televisión conduce necesariamente a tener que mirar una publicidad previa que tantísimas veces es larga y mal lograda.

En este universo, ¿no es claro que la publicidad se ha metido hasta la intimidad personal y familiar de una forma casi violenta? ¿Somos capaces de darnos cuenta de que en cada pantalla que hay en nuestro entorno  existe un bombardeo de anuncios que ya hace parte de nuestra cotidianidad?

Gracias a los nuevos estrategas de mercadeo hoy decimos que una persona está  “en el lugar equivocado” cuando ésta se errada crasamente de contexto, que “hay cosas que el dinero no puede comprar”, que “ese es el negocio, socio”, que por favor “cambia esa cara de cólico” o que Bogotá está  “2600 metros más cerca de las estrellas”.

Este pintoresco fenómeno no está mal del todo. Por un lado nos permite darnos cuenta que hay personas que están haciendo bien su trabajo (los anunciantes) porque que han logrado utilizar las herramientas del mundo moderno para focalizar sus productos y reducir sus costos. Pero por otro lado esta situación evidencia una carencia importante de nosotros como pueblo. Ya no es la literatura ni el periodismo bien hecho los que enriquecen nuestro léxico. Un slogan bien planteado está llamado a perdurar en nuestra comunicación verbal y escrita y así, como borregos recién nacidos, nos volvemos la parte final y definitiva de la cadena publicitaria.

Enhorabuena por los expertos en publicidad. Bien por haberse metido hasta nuestros tuétanos sin que siquiera lo notáramos.  Es admirable la forma como, con su visión del mercado, han influenciado a una sociedad entera. A los demás profesionales los exhorto a capitalizar las oportunidades que nos ofrece el mundo digital como lo han hecho los mercadotecnistas, y si esto parece muy difícil, por lo menos tratemos de no tragar entero.