8 de mayo de 2013

La Sociedad Necesita el Periodismo

No hay derecho a que en este país no se pueda ser comunicador. Expresarse sobre temas sensibles necesariamente implica enfrentarse al hampa que, organizada, tiene la capacidad de hacer perecer a cualquiera. 

Los últimos días han sido fatídicos para el periodismo en Colombia. No sólo casi matan a Ricardo Calderón, jefe de investigaciones de la revista Semana, sino que también un grupo "anti-restitución de tierras" condenó a muerte a ocho periodistas en Valledupar. Lo más preocupante del asunto es que los antedichos no son casos aislados sino que son el diario vivir de quienes deciden dedicarse al oficio de informar.


Nuestro país es una cantera de noticias. Es un útero de información en el cual a cada momento se gestan primicias y reportajes que valerosos periodistas ayudan a sacar a la luz amparados bajo el principio semántico de la libertad de expresión. Y digo semántico porque dicha libertad no está compuesta por más que un par palabras ingenuas. La violencia, la corrupción, la intolerancia y la mentalidad de que el ser personal es más relevante que el ser de los otros, ha atentado contra el oficio de comunicar hasta un punto en el cual cada disparo que se dirige contra el cuerpo físico de un reportero se encamina también en contra del periodismo mismo.

La revista Semana, a raíz del ataque contra su jefe de investigaciones, en la edición 1618 señala con lucidez la problemática esbozada de la siguiente manera: "A pesar de que los crímenes contra periodistas se han reducido en los últimos años, las amenazas, la intimidación y las presiones indebidas tienen lugar con demasiada frecuencia en Colombia, muchas veces con resultados mortales. La aplastante mayoría de las cerca de 120 víctimas fatales que ha sufrido el periodismo colombiano en los últimos 30 años han sido reporteros de medios regionales desprotegidos ante las agresiones de guerrillas, paramilitares, bandas criminales, narcotraficantes y políticos corruptos, que reaccionan con sevicia y plomo ante las denuncias que los ponen en evidencia." 

Lo anterior es sumamente grave si además somos conscientes de que, frente a los antedichos crímenes, existe una alta tasa de impunidad que exhorta a la delincuencia a no dudar un instante antes de intimidar a un reportero. Producto del miedo, el país se puede estar dirigiendo a un escenario en el cual el periodismo ceda y se vuelva débil, pusilánime y útil a los macabros intereses subrepticios de mafiosos poderosos que encuentran en la amenaza el camino fácil para continuar enriqueciendo sus ilegales provechos. Si el periodismo es blando e inseguro, la colectividad toda se va a ver sumida en un vacío de información en el que la gran ausente será la verdad. Y seamos francos, sin la verdad es difícil construir una comunidad honesta. 

Quien se salga de los parámetros que la población ha consagrado como deseables en las leyes merece un reproche jurídico y social, y es esta es la principal razón por la cual se quieren acallar las voces de los que informan: ningún forajido admite reproches. Pero es justamente esto lo que nos debe llevar a todos a sentir como propios los atentados contra los comunicadores. La gente correcta necesita a los periodistas porque son ellos parte fundamental en la cadena informativa, y así, es deber de todos volcarnos a generar que la libertad de expresión sea una realidad palpable y un cimiento incorruptible. Hay verdades que son molestas, pero que siendo públicas, fungen de vía idónea para replantear paradigmas colectivos y así poder dirigirse comúnmente hacia la honradez y el respeto por el otro.  

Reitero: Hay que interiorizar que con los actos deplorables contra la libertad de expresión se vulnera el derecho a estar informados, a conocer la verdad y a opinar libremente. Con cada acción que busca amedrentar a quienes reportan noticias veraces, no sólo se vulnera la integridad de una corporalidad física, sino que se menoscaba a la sociedad completa. Los ataques contra los reporteros nos alejan paulatinamente de la posibilidad de conocer lo que ocurre, lo que a la postre significará la imposibilidad de construir sociedad. La escasez de objetividad implica erigir falsos e hipócritas castillos en el aire en los que los impunes reyes serán los bandidos, libres de toda culpa. 

El miedo cala hondamente en las personas de bien porque ellas sólo cuentan con las herramientas de defensa que les otorgan los principios, los valores y la ley. Ojalá los comunicadores amedrentados tengan el coraje de seguir con sus trabajos e investigaciones por el favor de todos nosotros. Mi solidaridad para con cada uno de ellos.

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