Luego de graduarse de Derecho, el Desgraciado optó por separarse de las lides jurídicas. Para ello, aplicó una Maestría en Periodismo en la Universidad del Rosario desde donde tiene planeado iniciar un nuevo ciclo de independencia, de entrega a su pasión y de coherencia con su vida. La presente entrada les presenta a ustedes, queridos lectores, uno de los dos escritos que el bloguero tuvo que presentar en su aplicación:
"DICOTOMÍA: ENTRE EL DERECHO Y EL PERIODISMO
TRAYECTORIA ACADÉMICO - PROFESIONAL
Por: Jaime Luis Posada Salgado
Aspirante a la Maestría en Periodismo - Universidad del Rosario
Mayo de 2013
Incluso desde antes de nacer, mi futuro profesional parecía predestinado por dos corrientes que fuertemente marcaron los rumbos de mi familia desde tiempo atrás: el derecho y el periodismo.
* * *
Cursé mis estudios primarios y secundarios en el Gimnasio Moderno de Bogotá, de donde también se graduaron mi padre y mis tíos. Allí me inicié en las lides periodísticas al participar activamente en el comité editorial de la revista estudiantil “El Aguilucho”.
Durante esos días de juventud escolar siempre estuve entre el maravilloso binomio del derecho y el periodismo: mi bisabuelo fue un periodista virtuoso (director del diario El Tiempo durante varias décadas), mi abuelo materno fue un jurista impecable y mi abuelo paterno además de abogado, fue político, académico y periodista. Mi madre es abogada y mi padre comunicador social y de mis tíos más cercanos, alguno es abogado en ejercicio y otro fue abogado y periodista (D’Artagnan). Los almuerzos de domingo se convirtieron es exquisitas tertulias donde el acontecer político y la actualidad siempre tenían el primer punto en la agenda y así se fue fraguando mi interés y mi necesidad de estar informado.
Transcurridos los años, cuando me fue el momento de elegir qué camino tomar, estaba confundido. ¿Derecho o periodismo? La encrucijada no era de fácil pues ambos extremos de la soga halaban fuertemente. Sin muchos elementos de juicio, opté entonces por retirarme un semestre en Londres para perfeccionar mi inglés y decantar mi alma. A mi regreso, la decisión estaba tomada: la balanza se inclinó a favor de las ciencias jurídicas.
Durante seis años estudié derecho en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá con resultados loables. En la universidad aproveché para leer y escribir constantemente exhortado por mis profesores, lo que a la postre me permitió afinar mi pluma y hasta publicar un artículo jurídico en un revista indexada.
Al terminar el pensum académico decidí que, toda vez que estaba próximo a ser profesional, lo mejor sería probar suerte en una oficina de abogados y así ocurrió a comienzos del año 2013. La experiencia, que alcanzó a ilusionarme, no fue del todo grata. Me vi obligado a abandonar las palabras que antes usaba cotidianamente para sustituirlas por la antipática jerga jurídica, me tocó celebrar los cumpleaños de gente que no conocía aceptando con agrado el merengón de fresas propio del festejo laboral y tomé odiosas infusiones aromáticas de oficina. Pero en todo caso y lo más preocupante, era que me sentía en un lugar ajeno, alejado de un proyecto de vida que, si bien aún no materializaba en mis pensamientos, estaba en otras latitudes. Obsesivamente mi mente empezó a demandarme que me cambiara cuanto antes de camino, que retomara esa senda que siempre había estado marcada pero que hasta ahora se veía en suspenso.
Inicié una búsqueda espiritual y, como iluminación divina, apareció en mi pensamiento la Maestría en Periodismo de la Universidad del Rosario. Sentí un llamado inmediato inscribirme, no solo para complementar mi formación utilizando mi estructura jurídica como base, sino para hacerle justicia a mi familia que durante generaciones ha reivindicado la relevancia y la necesidad de la libertad de expresión. Había decidido comprobar por mi mismo una enseñanza valiosa que me dejó mi tío Roberto Posada García-Peña: “la convicción personal expresada con decencia, pulcritud y firmeza, puede traspasar las fronteras de la propia mente y, una vez exteriorizada, es susceptible de tener trascendencia en la visión general del conglomerado que la recibe”. Por fin había tomado una determinación que me dio paz y genuina expectativa.
Paralelamente a este proceso de ensayo y error, y de nuevo llamado por mi instinto primigenio, decidí iniciar un Blog bajo el seudónimo de “El Desgraciado”, que ya hoy completa 25 entradas, todas ellas dedicadas a la actualidad, al pensamiento burdo y a mi propia experiencia. El magazín virtual nació como respuesta a mi constante necesidad de decir en voz alta lo que en voz baja pesaba. Al hallarme en un vacío por no existir un puente idóneo entre mi raciocinio y el mundo exterior, me vi guiado por la circunstancia a explorar y a hallar esta herramienta de comunicación. El Blog se presentó en mi existir como aquel salvavidas a la incertidumbre creciente y depresiva de hacia dónde encaminar mi existencia profesional y se mostró como el antiinflamatorio cerebral que tanto estaba buscando.
Y así son las cosas. Actualmente es en ese punto donde me encuentro. Es una pequeñísima área donde todo está tramposamente estable y organizado por lo que, ante un movimiento brusco y descuidado, mi universalidad se desmoronará ante mis ojos. Tengo un título profesional útil, pero que no es capaz de gestar pasiones en mi alma; cuento con la ilusión de cambiar de camino, pero con la incertidumbre de si será lo correcto. Afortunadamente existe mi Blog, que funge de válvula de escape, mientras espero y actúo cuidadosamente para que ésta dicotomía se resuelva."